HAY VARIOS LESIONADOS ENTRE ELLOS MENORES DE EDAD
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San Miguel de Allende, Guanajuato. El reloj marcaba las ocho cuando la calma del domingo fue partida por un estruendo seco y brutal. Ocurrió en la carretera que une San Miguel de Allende con Comonfort, a la altura del fraccionamiento La Parroquia. Un sedán, impulsado quizá por segundos de distracción o un instante de desesperación, se estampó sin freno contra la parte trasera de un camión de carga detenido en un semáforo.
El chofer del camión no lo vio venir. Esperaba, como tantos, que el rojo se volviera verde. El golpe fue tan fuerte que lo sacudió por completo. Al bajar, lo enfrentó: un coche retorcido, humo denso, el chirrido de la desesperación. En su interior, una mujer —dicen que de unos 36 años— ya no respiraba, en la parte de atras, un niño de apenas ocho años tampoco respondía, además de otros menores de edad y un hombre que se bajo del auto y se retiro sin decir nada.

Minutos después, llegaron las unidades de emergencia, Cruz Roja, bomberos, Protección Civil, Tránsito Municipal y paramédicos privados intentaron lo imposible. Tres personas más, atrapadas entre los restos metálicos, fueron rescatadas con vida y trasladadas al hospital. Pero la mujer y el niño no tuvieron la misma suerte.
La carretera fue cerrada parcialmente. En medio de la noche, el paso de los autos fue guiado con linternas y señas urgentes. La investigación quedó en manos de peritos y agentes de la fiscalía, que buscarán entre los escombros alguna explicación.

Quienes pasaban por ahí, bajaron la velocidad. Algunos oraron, otros simplemente miraron en silencio. La muerte había cruzado la carretera esa noche, dejando huellas de metal, humo y ausencia. La comunidad, aún estremecida, vuelve a hablar de lo frágil que es la vida… y de lo necesario que es, siempre, frenar a tiempo.